PRESENTACIÓN ZAWIYA 2016
A cargo del Dr. Umar Faruq Abdallah.
En el Nombre de Dios, el Infinitamente Misericordioso, el Clementísmo, y que la Bendición y la Paz sean con nuestro señor Muhammad, con su Familia y sus Compañeros.
Deseo en primer lugar dar la bienvenida a todos y cada uno de vosotros a Zawiya Rosales 2016. Este año el tema es: «Los principios masculino y femenino. Qué significa ser verdaderamente un ser humano».
O adelanto que vamos a disfrutar de un programa extraordinario, del que todos nos vamos a beneficiar inmensamente, con el permiso de Dios.
En primer lugar, y para quien no lo sepa, quiero explicar por qué le he hemos llamado a estos programas «zawiya». Como muchos sabrán, tradicionalmente la zawiya (lit. «rincón») ha sido una institución espiritual, dedicada a la enseñanza, el aprendizaje y el recuerdo de Dios. Elegimos ese nombre porque queremos que estos encuentros sean fundamentalmente algo íntimo. Queremos que los expertos tengan acceso los unos a los otros, que traten los unos de asistir a las conferencias y las ponencias de los otros, que se sientan todos parte del mismo universo intelectual. Queremos también que vosotros, asistentes, tengáis acceso a nosotros, conferenciantes, y nosotros queremos tener igualmente acceso a vosotros. La intimidad es un elemento importante en estos encuentros, es necesario que exista entre todos una relación lo más personal y estrecha posible, en el escenario que nos brinda este bello entorno. Espero que el resultado de todo ello sean unos días de gran beneficio espiritual para todos, Dios mediante.
Como podéis ver, tenemos entre nuestros expertos a varias mujeres. Queremos que exista una representación femenina en los estudios islámicos, porque esto es una parte esencial del Islam. La enseñanza del conocimiento no es en el Islam una actividad limitada por el género. Tiene que haber hombres sabios y también mujeres sabias en el Islam. Así es como se supone que tiene que ser y como queremos que sea. Procuraremos que, en el futuro, y sea cual sea el tema que tratemos, siempre contemos con el beneficio de poder disponer de varias voces femeninas.
El tema que tratamos este año es un tema extraordinariamente complejo. No es un tema como los otros que hemos tratado otros años. No es como hablar sobre el problema de la destrucción del medio ambiente. Hay muchos países del mundo en los que hay que ser extremadamente cauto a la hora de hablar de temas “de género”, u otros relacionados, como la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo, etc. Las leyes de estos países penan severamente a quien hable de estos temas desde un punto de vista que estas sociedades ya no admiten. Se trata de un tema que está política y socialmente “cargado”. Por esa razón debemos ser inteligentes a la hora de abordarlo, y hacerlo de un modo discreto.
La cultura es una importantísima parte del Islam. La cultura nos permite negociar la realidad, y una de las realidades más difíciles que tenemos que negociar hoy en día es cómo hablar sobre el género de una forma clara, y al mismo tiempo que no sea rechazada por las sociedades modernas. Es decir, cómo hablar del género de un modo que no niegue nuestra realidad y al mismo tiempo que no ofenda a otras personas.
Tenemos que aprender a hablar de un modo misericordioso, pero claro al mismo tiempo. Ojalá que quienes asistamos a Zawiya Rosales 2016 terminemos aprendiendo a cómo hablar en el mundo moderno de estos temas de un modo en que sea receptivo, pero siempre manteniendo nuestro punto de vista.
Dios enseña con el cálamo. El cálamo es, según algunas transmisiones, la primera cosa que Dios creó. Otras transmisiones dicen que fue el intelecto, otras que fue la tabla de luz, otras que fue el espíritu del profeta Muhammad, pero en realidad todas estas cosas, como dicen los sabios del Islam, son una sola y la misma cosa. El cálamo, que es el principio masculino, es aquello con lo que aprendemos. La tabla es el principio femenino, donde el cálamo escribe.
Estamos aquí para enseñar, pero también para aprender. Tened en cuenta que aprender no es una cosa sencilla. Hoy en día, hay muchas personas que no pueden mantener su atención sobre una cosa durante más de tres minutos seguidos. Es algo que saben bien en el mundo de la música, donde cada tres minutos se debe cambiar algo o introducir un nuevo elemento, para que la persona pueda mantener la atención. Es una muestra terrible de la pérdida de capacidades que experimenta el ser humano.
Aunque los expertos que tenemos entre nosotros este año tratarán de poner ejemplos claros y tangibles de todo lo que vamos a hablar aquí, hemos de tener en cuenta que muchos de estos temas hablan de realidades metafísicas, realidades de las cuales el mundo moderno ignora hasta el nombre, por no hablar ya del concepto que estos nombres encierran. Son realidades que exigen un modo diferente de pensar, un modo al que no estamos acostumbrados, con lo que es muy probable que nos sintamos confusos a ese respecto.
En definitiva, el objetivo de venir aquí es llevarnos a casa una visión más amplia de la realidad y de nosotros mismos, un forma más perfecta de contemplar y comprender el mundo y a nosotros mismos. Ser un hombre, ser una mujer… ¿Qué significa realmente eso? ¿Cuál es nuestro potencial?
Queremos regresar a nuestras casas con almas renovadas y mejores, almas satisfechas con Dios y con Su creación, que se manifiesta en los principios masculino y femenino.
Queremos también, con estos cursos, restaurar la narrativa de la Verdad. En estos tiempos, ¿cómo hacemos eso? Decirle la verdad a un tirano, como hacían los hombres de Dios en el pasado, es algo fácil comparado con la situación actual. Hoy en día, aquellos que hablan de estos temas han levantado entre su discurso y los discursos alternativos un muro casi insalvable: el muro de la ley.
Veremos, a lo largo de este cursos, cómo los principios masculino y femenino no son algo absoluto, sino que uno aparece en el otro. El principio masculino —y también sus manifestaciones— contiene en sí al principio femenino, así como el principio femenino contiene en sí el principio masculino. Así pues, el hombre debe reconocer en su interior el principio femenino, si dejar de ser masculino y sin volverse afeminado. También la mujer debe reconocer en ella el principio masculino, sin tener por ello que traicionar su naturaleza y sin masculinizarse o perder su feminidad. No hay nada en el hombre que no esté presente también en la mujer, pero en ella el principio masculino actúa de forma ligeramente diferente. Ninguno de los dos géneros posee un único principio. Comprender esto y el equilibrio que comporta es algo de capital importancia. ¿Qué es ese equilibrio que me hace a mí un hombre y a ti una mujer? No es posible progresar espiritualmente si no comprendemos y realizamos esto, no es posible realizar verdaderamente el estado “adámico” sin este conocimiento y la realización espiritual que comporta. Sólo de ese modo podremos ser verdaderamente los representantes de Dios en la tierra.
Creo que los aquí presentes, personas inteligentes y compasivas, son la mejor representación de esta comunidad que, en palabras de Dios, “es la mejor comunidad que ha surgido en la Tierra”. La vocación de la umma es ser la mejor comunidad no sólo para los seres humanos, sino para toda la creación, incluidos los animales, las plantas, etc. Vosotros sois esa semilla, vosotros tenéis que ser esa luz. Por desgracia, los principios en los que se sustenta nuestra tradición han sido ignorados desde hace más de doscientos años, y esa es una de las razones por las que el mundo se viene abajo, sumergido en ignorancia y confusión. El teatro está en llamas y ni siquiera se nos permite decir: «¡Fuego!». No se nos permite, en nuestras sociedades, hacer nada para ponerle remedio a la situación. Una desgracia si cabe aún mayor es que algunos musulmanes, cuando actúan, lo hacen de una forma tan idiota e irresponsable, que con ello no hacen sino empeorar mucho más la situación. Uno de los mayores pecados en el Islam es hablar de esta tradición sin haber recibido una autorización para hacerlo, siendo sólo un musulmán «de a pie». Independientemente de los libros o artículos que hayas leído, o de las veces que hayas leído el Corán, no estás autorizado a hablar de la religión, y mucho menos aún de sus aspectos y aplicaciones legales.
Ibn al-Mawâq, uno de los grandes sabios de los últimos tiempos de al-Andalus, es considerado el último ulema malikí del al-Andalus. Sus casi noventa años de vida transcurren paralelamente al último siglo de existencia del único reducto territorial del Islam en la Península Ibérica. Por eso, es un testigo de primer orden en la Granada nazarí del siglo XV y un personaje, respetado y considerado santo, que tuvo un papel relevante en la sociedad en los momentos más decisivos. Ibn al-Mawqâq escribió en una de sus obras que una de las razones de la pérdida de al-Andalus fue que los musulmanes de a pie comenzaron a opinar sobre lo que era halal y haram, lo que era innovación reprensible (bid‘a) y lo que no. Esa es precisamente la realidad que hoy tenemos extendida por todo el mundo islámico, junto con la de musulmanes que cometen los crímenes más horrendos que se puedan imaginar, en nombre de la religión. Ante una situación así, no podemos ignorar que tenemos en el interior de nuestra tradición un problema de enorme gravedad.
Sin embargo, las realidades de las que vamos a tratar aquí no van a ser abordadas desde una perspectiva socio-política, a pesar de la importancia que esa perspectiva pueda tener, sino desde la perspectiva de los «principios». El nivel socio-político está, además, vacío de contenido, si no tiene una orientación correcta que lo conecte con las realidades celestiales, a las que debe estar subordinado. Queremos, por tanto elevar el tema de los principios masculino y femenino, concediéndole el rango que le corresponde. Además, nos concentraremos en el ser humano, siendo el género uno de los temas más evidentes si nos situamos a un nivel humano.
¡Es tan difícil para el hombre comprenderse a sí mismo! El ser humano es la única criatura que se enfrenta a terribles dificultades a la hora de responder a la pregunta: «¿Qué significa ser humano?» Ningún animal tiene ese problema. Ningún otro ser de la creación tiene «crisis de identidad». Abordaremos este tema acudiendo al nivel de los «principios».
Principio en árabe es asl, y el hecho de buscar los principios de algo es el ta’sîl, es decir, la búsqueda de la raíz de las cosas. El principio es el origen y a la vez los cimientos sobre los que construimos. La modernidad, tal como se fue desarrollando filosófica y científicamente en occidente, se basó en el rechazo de los principios, en especial de los metafísicos e intelectuales. Cuando una civilización se deshace de ellos, debe forzosamente sustituirlos por algo, y en el mundo occidental moderno lo que ha venido a sustituir a los principios son los «ideales» y los «derechos». Pero nadie se plantea de dónde proceden esos «derechos» o si realmente tienen un origen en algún principio superior que le otorgue su razón de ser.
Los principios nos permiten comenzar en el lugar correcto, para poder desembocar también en el lugar correcto, por ejemplo, La pareja, por ejemplo, es una de las realidades enraizadas en principios, y que se basa en la manifestación misma de la existencia cósmica en parejas. Dios creó las cosas en parejas: el día y la noche, el sol y la luna, lo seco y lo húmedo, lo caliente y lo frío, etc. Otro principio es: «Lo superior no puede proceder de lo inferior». Este es un principio, por ejemplo, que tiene enorme importancia en el plano de la organización social, política, etc. Son principios básicos, que cualquier hombre de cualquier civilización pre-moderna podía entender. Sin embargo, la mentalidad moderna es completamente ajena a esta forma de ver las cosas.
Los principios son verdades primeras, proposiciones fundamentales. Por ejemplo: «Todo lo que cambia tiene un comienzo». La mayoría de las personas de nuestro tiempo son completamente incapaces de comprender algo así, por muy evidente y simple que nos parezca a nosotros. Las verdades primeras son los fundamentos de cualquier verdad. Son intrínsecas a la naturaleza de la realidad, y esenciales a los trabajos de la verdad. Vosotros, como creyentes, sois hombres y mujeres de principios. tenemos que aprender cómo se trabaja con eso. Sin principios, la ciencia no puede explicar nada. Comprender esto iluminará nuestros corazones y nos dará acceso a la tradición: a la nuestra y a muchas otras también.
Los principios y el intelecto caminan de la mano. Dios nos ha hablado del gran regalo del intelecto, y lo terrible que es cuando el hombre le da la espalda. Las peores bestias, nos dice Dios en el Corán, son aquellos sordos y mudos, que no usan el intelecto (lâ ya‘qilûn). El mundo moderno, con todas su pretensiones de racionalidad, apenas tiene acceso al intelecto, por muy sorprendente que les pueda parecer esta frase a muchos. El intelecto es aquella capacidad que nos permite analizar una proposición y saber que es verdadera sin tener que experimentarla. Conforme la modernidad se fue expandiendo, fue reduciendo el intelecto a la razón, que sólo usa datos, información y experiencias.
El intelecto es una facultad espiritual humana suprema. Su pérdida es lo que hace al hombre inferiores a los animales. El intelecto conserva el orden de la realidad, contempla lo que hay ahí, no construye. Nos han enseñado que el intelecto o la razón construye la realidad. No. Eso es parte de la pesadilla cartesiana. El intelecto es capaz de contemplar cómo Dios ha construido la realidad, pero no la construye.
También creemos en principios que no están basados en el intelecto ni en la experiencia, sino en la Ley profética, en la Revelación. Pero sabemos que no podríamos entender nada de esto sin el intelecto, y no podemos acceder a esos principios sin los principios de los que hemos hablado. Es uno de los requerimientos para el taklîf, la responsabilidad ante Dios.
Quiero mencionar aquí un principio fundamental de la Ley islámica: al-aslu-l-ibâha, es decir, «la permisibilidad es el fundamento de la Ley». Cuando miramos el mundo, debemos asumir que todo está permitido, a no ser que contemos con una prueba firme que certifique que se trata de algo prohibido por Dios. Si escuchas a la mayoría de los musulmanes de hoy en día, sacarás como conclusión de que el fundamento de la Ley es la prohibición, pero la realidad es exactamente lo contrario. Abu Hanîfa, sin embargo, ponía una excepción a esta regla general: la comida y las relaciones sexuales, en las que lo que se debe asumir de entrada es su prohibición, y necesitamos pruebas para aceptar su permisibilidad. En el Corán, Dios Corán advierte muy seriamente acerca de atribuir permisibilidad o prohibición a esto o a aquello, inventando mentiras sobre lo que Dios ha dicho.
También nos advierte en su Libro contra los que alteran la creación de Dios, calificándolos como seguidores de Satán. La destrucción del medio ambiente, por ejemplo, es una consecuencia de los principios masculino y femenino fuera de control.
Hemos de recordar también que nosotros no odiamos a nadie. Aunque veamos actos que, desde nuestro punto de vista, sean pecaminosos, nunca debemos deshumanizar a quienes los cometen, ni tampoco expulsarlos de nuestras comunidades. Los hombres cometen pecados porque el ser humano es comete pecados, es así. Nuestra labor es tratar de guiarlos, no de condenarlos. Hemos de recordar que, cuando Dios habla de los sodomitas, las gentes de Lot, Él se refiere al profeta Lot como «su hermano». Si vemos las historias de Lot o Abraham, veremos que estaban llenos de compasión cuando se enfrentaba a los que para ellos eran trasgresores de la Ley divina. Todos son nuestros hermanos y hermanas. Debemos aprender a hablarles de una forma que les guíe y le ilumine. Que Él nos haga de aquellos a los que describe como «los siervos del Infinitamente Misericordioso», que caminemos en la Tierra con humildad, sin arrogancia, y que, como ellos, cuando los ignorantes se dirijan a nosotros, les digamos: «Paz».
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