La hermandad en Dios es una gracia que Dios arroja en los corazones de aquellos siervos cuya intención es pura.
Es el núcleo del Islam, la hermana de la fe y su espíritu. Son dos cosas inseparables, que no pueden prescindir la una de la otra. No hay fe sin hermandad, ni hermandad sin fe.
Dice Dios, Exaltado sea: “Recordad la gracia de Dios, cuando erais enemigos, y Dios acercó vuestros corazones y os convertisteis en hermanos por la gracia de Dios”.
El anclar firmemente las bases de la hermandad en la fe es una de las grandiosas sabidurías de los cinco pilares del Islam. Es un símbolo de la mutua cooperación en la piedad y el temor de Dios. Por esa razón el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz) hermanó a los emigrantes procedentes de La Meca y a los Auxiliares de Medina inmediatamente después de su llegada a esta ciudad.
La hermandad es de varios tipos: la hermandad con el resto de la humanidad, la hermandad del parentesco, la hermandad con los compatriotas y los vecinos, y la hermandad en la religión. Esta última es la que tiene un grado superior, porque mediante ella el hombre encuentra la dulzura de la fe. Es el camino hacia el amor que siente el musulmán por aquellos que estarán bajo la protección del Trono de Dios el Día de la Resurrección. Es la llave del Paraíso, y el medio por el cual alcanzar las más altas estaciones paradisíacas de las que disfrutan los Profetas y los mártires.
La hermandad tiene derechos que se deben guardar. Entre ellos están:
Que el musulmán desee para su hermano lo que desea para sí mismo. “Ninguno de vosotros es creyente hasta que no desee para su hermano lo mismo que desea para él mismo”.
Que le salude con el saludo de paz cada vez que se encuentre con él.
Que acuda cuando le invite.
Que le de su consejo cuando se lo pida.
Que le desee salud cuando estornude y alabe a Dios.
Que le visite cuando esté enfermo.
Que acuda a su funeral cuando muera.
Que tenga siempre la mejor opinión de él.
Que corra en su ayuda cuando lo necesite.
Que oculte sus actos vergonzosos.
Que pida por él a Dios cuando se encuentre ausente.
Dijo el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz: “El musulmán tiene seis derechos sobre otro musulmán”. Le preguntaron: “¿Y cuáles son esos, Enviado de Dios?” Respondió él:
“Si te encuentras con él, salúdale con el saludo de paz.
Si te invita, acepta la invitación.
Si te pide consejo, dáselo.
Si estornuda y alaba a Dios, deséale salud.
Si cae enfermo, visítale.
Cuando muera, acude a su entierro.” Lo transmite Abu Hurayra.
Entre los derechos de la hermandad está el que el musulmán evite a su hermano todo aquello que le pueda perjudicar a él, a sus bienes o a su honor.
Dijo el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): “No os envidiéis, no os engañéis, no os odiéis, no os deis la espalda, no os perjudiquéis en las ventas. Sed hermanos los unos de los otros, oh siervos de Dios. El musulmán es hermano del musulmán. No es injusto con él, no le abandona, no le desprecia. La piedad está aquí (y señaló a su pecho tres veces). El despreciar al hermano musulmán es el peor de los males. Todo musulmán es algo sagrado e intocable para otro musulmán, incluidas su sangre, sus propiedades y su honor. (Lo transmite Abu Hurayra).