La salud del corazón es una de las herramientas interiores que garantizan la buena vida en este mundo, y el alcanzar el Paraíso en la Otra. Dice Dios, Exaltado Sea: «Es un día en el que no servirán de nada la riqueza ni los hijos, sino quien venga a Dios con un corazón sano».
El musulmán tiene que esforzarse en purificar su corazón de los atributos censurables y de las enfermedades mortales, y llenarlo de atributos loables y de nobles cualidades.
De entre las causas de la enfermedad del corazón están: la ignorancia en materia religiosa, la comprensión equivocada de los asuntos religiosos, la desviación en el camino espiritual, el seguir las pasiones del ego, el encontrarse completamente sumergido en el pecado, la negligencia en la práctica del recuerdo de Dios, el olvidar la Morada del Otro Mundo, el frecuentar la compañía de quienes pueden dañar nuestro corazón, la hipocresía, el fingimiento, la mala opinión acerca de Dios y de Sus siervos, la envidia, la soberbia, y un largo etcétera.
De entre los remedios eficaces para alcanzar la paz del corazón y su salud, para que descienda la sakîna en él y pueda degustar la dulzura de la fe, están: el amor por Dios y en Dios, pues ha dicho Dios, Exaltado Sea: «Los que creen son los que más intensamente aman a Dios». Y dice nuestro noble profeta (sobre él la Bendición y la Paz): «Existen tres cosas. Quien las posea gustará la dulzura de la fe: Que Dios y Su Enviado le sean más amados que cualquier otra cosa; que si ama, no ame más que por Dios; que odie volver a la incredulidad del mismo modo en que odiaría ser arrojado al fuego».
Dijo Malik ibn Dinar: «Pobres de las gentes de este mundo que salen de él sin degustar lo mejor que se encuentra en él». Le preguntaron: «¿Y qué es lo mejor que hay en este mundo?». Respondió: «El amor a Dios, el conocimiento de Dios y la práctica del recuerdo de Dios».
Uno de los medios para alcanzar el amor a Dios es la recitación del Corán y la meditación sobre sus significados. Dice Dios, Exaltado Sea: «Vosotros los que creéis: os ha llegado una admonición procedente de vuestro Señor, y una curación para lo que hay en los pechos, una guía y una misericordia para los creyentes».
Uno se aproxima a Dios por medio de los actos voluntarios meritorios tras llevar a cabo los obligatorios, la pureza de intención en los actos, de modo que se hagan sólo para Él, (Glorificado Sea), la vigilancia del alma y pedirse cuentas a uno mismo. Dice el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz): «El inteligente es aquel que se pide cuentas a sí mismo, y actúa para aquello que hay tras la muerte. El necio es quien sigue a su ego en sus pasiones, y espera de Dios la realización de sus deseos».
Permanecer constante en la vía recta es una de las cosas que proporcionan tranquilidad al alma. Dice Dios (Exaltado Sea): «Quien siga Mi guía no se extraviará ni será desgraciado. Y quien se aparte de Mi recuerdo, tendrá una vida mísera».
Entre los signos de la salud del corazón está el que el hombre encuentra la dulzura de la fe y placer en los actos de adoración, disfrutando de ellos más de lo que disfruta de los placeres de este mundo. Otro signo es que el que el hombre siente tristeza y un profundo dolor interior cuando no puede llevar a cabo los actos voluntarios meritorios.
Dijo uno de los santos siervos de Dios: «Aquel que se alegra por servir a Dios, todas las cosas se alegran por servirle a él, y aquel cuyos ojos descansan en Dios, los ojos de todo el mundo descansan contemplándole a él».
El cuidado de la salud y del bienestar del cuerpo es una de las exigencias de la Ley revelada, y de las cinco obligaciones, en tanto que la religión del Islam prohíbe todo aquello que daña la salud del hombre, y trae consigo un daño, derivándose esta premisa del principio: «Todo aquello en lo que se confirme un daño, queda confirmada su prohibición».
Pues bien: el cuidado de la salud del corazón es aún más importante, puesto que las enfermedades del cuerpo y sus dolores son algo que termina con la muerte, mientras que los efectos de las enfermedades de los corazones, sus daños y sus aspectos negativos comienzan precisamente tras la muerte, permaneciendo vinculadas a aquel que las padece para siempre.
Dijo al Fudayl ibn ‘Iyâd: «Entre nosotros no se alcanza lo que se alcanza por medio de la abundancia de ayunos y plegarias voluntarias, sino que se alcanza por medio de la generosidad del alma, la salud del corazón y el buen consejo dado a los creyentes».