Dijo el Profeta (sobre él la bendición y la paz): «El ayuno y el Corán intercederán por el siervo el día de la Resurrección. Dirá el ayuno: “Oh Señor; le impedí que comiera y que mantuviera relaciones sexuales durante el día. Haz que interceda por él”. Y dirá el Corán: “Le impedí que durmiera durante la noche. Haz que interceda por él”. Y ambos intercederán». Lo recoge Ahmad, transmitido por Abd Allah ibn ‘Amr.
El creyente reúne durante el mes de Ramadán dos combates contra su ego. El combate diurno contra el ayuno, y el combate nocturno contra la vigilia nocturna. Quien reúne ambos combates espirituales, les concede su derecho, es paciente y perseverante en ellos, obtendrá una recompensa sin límites.
El ayuno que intercederá por el ayunante es el ayuno al que no acompañan el escándalo, la mentira, la falsedad, la indecencia, la injusticia o la opresión.
Quien quiera que el ayuno interceda por él, que proteja su ayuno y no lo corrompa por medio de las cosas prohibidas, y no desperdicie su recompensa cometiendo actos reprobables. Que preserve su lengua y la totalidad de sus miembros de las cosas desaconsejadas y de las prohibidas.
Dijo Ŷâbir (que Dios esté satisfecho de él): «Si ayunas, que ayune también tu oído, tu vista, y tu lengua de la mentira y de las cosas prohibidas. No perjudiques a tu vecino, y muéstrate digno y tranquilo. No hagas que los días que ayunas y los que no ayunas sean iguales».
Ramadán es el mes del Corán. En él comenzó su revelación. El Corán intercede el día de la Resurrección por aquel que lo recita, quien medita sobre él, quien actúa por él, quien se reviste de sus cualidades y mantiene sus preceptos y la cortesía que se le debe.
Siervos de Dios:
El Profeta (sobre él la Bendición y la Paz), ha comparado el ayuno y el Corán porque entre ambos hay una relación firme y cualidades compartidas. El ayuno no permite en él la conversación vana y la mentira, ni tampoco la indecencia o la corrupción. Del mismo modo, el Corán tampoco permite en él la conversación vana, la indecencia ni la corrupción. Y si el ayuno impide que quien lo realiza coma o beba durante el día, del mismo modo la lectura del Corán en la vigilia nocturna impide dormir. El ayuno fue decretado para purificar la mente, y por medio de la purificación de la mente se puede comprender el Libro de Dios. Si el cuerpo ayuna, se eleva el espíritu, hasta llegar a los mejores estados para sacar provecho de su alimento. Y el alimento del espíritu es el Corán. Tanto el ayuno como el Corán son alimentos para el espíritu, que es uno de los elementos que componen el ser humano. La recompensa por el ayuno es de una magnitud sólo conocida por Dios, y lo mismo sucede con el Corán, del mismo modo en que Dios ha hecho especial el conocimiento del espíritu y de su esencia. «Te preguntas por el espíritu. Di: “El espíritu procede de la orden de mi Señor, y no se os ha hecho conocer de él más que un poco”».