Dios ha creado al género humano de un único padre y una sola madre, y Su Sabiduría —Exaltado Sea— exige que los miembros que lo componen sean diversos en sus naturalezas, sus cualidades, sus talentos, sus colores, sus lenguas, sus culturas y sus creencias, para que así se perfeccionen mutuamente, se conozcan los unos a los otros, se relacionen entre sí de forma amistosa y cooperen mutuamente, pero no para vanagloriarse los unos sobre otros, para que haya enemistad mutua, para poner los unos en dificultades a los otros, ni para enfrentarse unos con otros. Todos los miembros del género humano son hermanos, miembros de una única familia, extendida en el tiempo y en el espacio.
Ha dicho Dios, Exaltado Sea: “¡Oh hombres! Os hemos creado de un macho y una hembra, y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. Los más nobles de vosotros son los que más temen a Dios. En verdad, Dios es Sabio, y Está bien informado de todo”.
El conocimiento mutuo es el establecimiento de relaciones de armonía y cooperación en el bien, en un ambiente de respeto mutuo y de escucha hacia el otro. Es el reconocimiento de los derechos del otro a existir, a la diversidad y a la diferencia en materia de religión, sexo o color.
Las señales de la armonía y la cooperación mutuas deben manifestarse en primer lugar en el ámbito familiar, para extenderse hacia los parientes, hacia la sociedad musulmana y hacia todo el género humano en general.
El conocimiento exige amor, ternura y magnanimidad. No es posible que se dé en un ambiente cargado de odio, egoísmo, orgullo y de doblez en el comportamiento.
Entre los medios para el conocimiento mutuo que demanda el Islam están los actos de culto colectivos, como la salât y el Hayy, el mantenimiento de las relaciones familiares, la obligación de reconciliar a los que disputan entre sí, el promover la paz, el intercambio de regalos, ignorar los defectos de los demás, y cumplir con las obligaciones antes de exigir los derechos.
¡Oh Dios! ¡Une nuestros corazones, acaba con la discordia entre nosotros, guíanos por los senderos de la paz y aleja de nosotros los actos abominables, tanto en su interior como en su exterior!
La armonía es un fruto de las buenas cualidades, y la separación es un fruto de las malas cualidades. Las buenas cualidades exigen el amor mutuo, el buen trato mutuo y el acuerdo, mientras que las malas cualidades traen consigo el odio recíproco, la envidia mutua y la oposición. Si aquello que da fruto es loable, el fruto será también loable.
Dijo el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): “Quien me es más querido de vosotros es aquel cuyas cualidades sean mejores, los humildes, los que tienen buenas relaciones con los demás, y los demás las tienen con ellos. Y aquellos de vosotros que más aborrezco son aquellos que hablan de los demás a sus espaldas con mala intención, los que separan a aquellos que se aman, y acusan a otros de cosas de las que son inocentes”.
El amor es una vía hacia el Paraíso, mientras que el odio mutuo aniquila la hombría y la religión. Dijo el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): “Se abre paso hacia vosotros el mal de las comunidades anteriores a la vuestra: la envidia y el odio. El odio es ‘la afeitadora’, pero no afeita el pelo, sino que afeita la religión. Juro por Aquél que tiene mi alma en Sus manos que no entraréis en el Paraíso hasta que creáis, y no creeréis hasta que os améis los unos a los otros. ¿Acaso no os aclararé qué hace firme el amor mutuo? Difundid la paz entre vosotros”.
Señor nuestro, perdónanos, a nosotros y a nuestros hermanos que nos precedieron en la fe. No pongas en nuestros corazones rencor hacia quienes creen. Señor nuestro, Tú eres Compasivo, Misericordioso”.