La felicidad es la aspiración de todos los hombres en esta existencia. Los hombres entienden de forma diferente la felicidad, en razón de la diversidad de sus naturalezas, intereses, aspiraciones y de las diferentes sociedades a las que pertenecen. La forma superior de felicidad es la felicidad espiritual. Cuando el espíritu es feliz, también es feliz el cuerpo; cuando el espíritu sufre, también sufre el cuerpo. Esto es así porque el cuerpo sigue al espíritu, pero no al revés. La fuente de la felicidad espiritual es la fe y las buenas obras. Ha dicho Dios, exaltado sea, en la azora de las abejas: “Al creyente que obre el bien, hombre o mujer, le vivificaremos con una buena vida, y le premiaremos por lo mejor que haya hecho”.
El ayuno es uno de los actos de culto más excelsos, y una de las mayores fuentes de felicidad. Esto es así porque libera al hombre de sus cadenas materiales y le hace viajar por los horizontes sin límite del espíritu, donde encuentra la seguridad, la tranquilidad interior y una felicidad que no se limita a la vida de este mundo, y que en el Otro será más abundante y más completa. Dice el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): “Quien ayuna tiene dos alegrías: cuando rompe su ayuno se alegra de su ruptura, y cuando se encuentra con su Señor se alegra por su ayuno”. (Lo transmite Abu Hurayra). Y esa es la verdadera felicidad. Otra cosa que aumenta la felicidad del que ayuna es que Dios ha dedicado especialmente a los ayunantes una de las puertas del Paraíso. No entran por ella más quienes ayunan. Narra Sahl ibn Sa’d: “En el Paraíso hay una puerta a la que le llaman al-Rayyân (que significa “saciado de agua”). El día de la Resurrección sólo entrarán por ella los ayunantes. Se preguntará: “¿Dónde están los ayunantes?” Sólo entrarán ellos, nadie más. Y cuando hayan entrado todos, se cerrará, y no volverá a entrar nadie más”.
¡Oh Dios, del mismo modo que nos has hecho felices en este mundo por medio de la ruptura de nuestro ayuno, haznos felices en la Otra Vida con Tu encuentro, por medio de nuestro ayuno, oh Infinitamente Generoso!