Las buenas cualidades son la base de la felicidad del individuo y de la sociedad, y son uno de los principales objetivos por los cuales Dios envió a Su Enviado. Dice nuestro Profeta, el más noble, (sobre él la Bendición y la Paz): “No fui enviado más que para perfeccionar las nobles cualidades”. Y de entre las nobles cualidades más importantes se encuentra la sinceridad, que está a la cabeza de las virtudes, el título de la santidad y la prueba de la fe. Dios la ha utilizado para calificarse a sí mismo, como dice en la azora de «Las mujeres»: “Y, ¿quién es más sincero que Dios, a la hora de hablar?” Así mismo, la ha usado para calificar a Sus Profetas y Sus Enviados, y a Sus siervos santos. Dios la ha alabado en Su Libro, y ha ordenado a los creyentes que la pongan en práctica, y que frecuenten la compañía de aquellos que la practican. Ha dicho Él, Exaltado Sea: “Vosotros los que creéis: temed a Dios y sed de los sinceros”.
La sinceridad trae consigo la realización de la servidumbre hacia Dios, nos hace sentir Su vigilancia sobre nosotros, convierte en permanente nuestro vínculo con él, nos hace alcanzar el mejor fin tras nuestra estancia en este mundo, y los rangos más elevados en el Otro. Dice el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz): “La sinceridad conduce a la piedad, y la piedad conduce hasta el Paraíso. Que el hombre practique la sinceridad hasta que se convierta en uno de nuestros siervos sinceros (siddîq). Por su parte, la insinceridad y la mentira conducen a la impiedad, y la impiedad conduce al fuego infernal. El hombre miente hasta que Dios le considera definitivamente un mentiroso (kaddâb)”.
Existen varios tipos de sinceridad: La sinceridad en las palabras, la sinceridad en los actos, la sinceridad en las intenciones y en los estados, la sinceridad en el cumplimiento de lo prometido, la sinceridad con Dios, la sinceridad con los hombres y la sinceridad con uno mismo.
Entre las motivaciones para la sinceridad podemos señalar tres: el intelecto, la religión y la hombría.
El Noble Corán menciona en numerosas ocasiones las características de los sinceros, exponiendo de forma clara sus efectos positivos en la vida de este mundo, y magnificando su recompensa en la del Otro. Quien quiera saber cuál es su rango entre los sinceros, que compare su situación con lo que dice esta noble aleya: «La piedad no consiste en volver vuestros rostros hacia el oriente o hacia el occidente. La piedad consiste en creer en Dios y en el Día del Juicio, en los ángeles, en las Escrituras reveladas y en los profetas, en dar de la riqueza que se tiene, —a pesar del apego que se siente por ella— a los parientes, a los huérfanos, a los pobres, a los viajeros, a los mendigos, y en usarla para liberar esclavos; consiste en llevar a cabo la salât, en dar la zakât, en ser fiel a los pactos cuando se contraen, en ser paciente en la adversidad y en los momentos difíciles. Esos son los sinceros, y esos son los piadosos”.
La sinceridad es tranquilidad interior, y un medio de salvación en este mundo y en el Otro. Dijo el shayj ‘Abd al-Qâdir al-Yilanî (que Dios tenga misericordia de él): “Mi asunto está fundado en la sinceridad. La razón de esto es que, cuando salí de La Meca hacia Bagdad en busca del conocimiento, mi madre me dio cuarenta dinares, y me hizo prometerle que sería siempre sincero. Y cuando llegamos a la tierra de Hamadân, aparecieron ante nosotros un grupo de ladrones, que se apoderó de toda la caravana. Me preguntó uno de ellos: «¿Qué llevas contigo?». Le respondí: «Cuarenta dinares». Entonces pensó que me estaba burlando de él y me dejó. Me vio otro de aquellos hombres y me preguntó lo mismo: «¿Qué llevas contigo?». Le informé de la cantidad, y me llevó hasta su jefe. Él me preguntó de nuevo y yo le di la misma respuesta que a los otros. Me preguntó entonces: «¿Qué te hace ser tan sincero?» Le dije: «Mi madre me hizo prometer que diría siempre la verdad, y tengo miedo de traicionar esa promesa». Rompió entonces a llorar, y dijo: «Tú temes romper la promesa dada a tu madre, mientras que yo no tengo miedo de romper la promesa dada a Dios». Después ordenó devolver a la caravana todo lo robado, y me dijo: «Me vuelvo a Dios de tu mano». Dijeron entonces quienes estaban con él: «Tú eres nuestro líder en asaltar caminos, y desde el día de hoy serás también nuestro líder en el retorno a Dios». Todos volvieron a Dios por medio de la baraka de la sinceridad.
Señor, haznos entrar por la entrada de la sinceridad, y haznos salir por la salida de la sinceridad, y otórganos, procedente de Ti, una autoridad victoriosa.