Ha dicho Dios, Exaltado Sea: “Haced el bien, pues Dios ama a los que hacen el bien”. Y el bien del ser interior es mejor que el bien de la forma exterior. De entre la excelencia interior está el pensar bien de Dios y de los siervos de Dios. Pensar bien de Dios es parte de la excelencia en el culto a Él. El grado de abandono del siervo en manos de Dios está en la medida de su buena opinión sobre Él y de su esperanza en Él. Dice Dios en el Corán: “Y quien se abandone en manos de Dios, Él le basta”.
Dijo el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz): “Que no muera ninguno de vosotros sin tener una buena opinión de Dios”.
Dijo ‘Abd Allâh ibn Mas’ûd: “Juro por Aquél que no hay divinidad sino Él, que Él no ha concedido a un siervo creyente nada mejor que pensar bien de Dios. Y por Aquél que no hay otra divinidad sino Él, juro que un siervo no piensa bien de Dios, sin que Dios le conceda aquello que el siervo piensa de Dios. Esto es así porque todo el Bien está en Su Mano”.
Pensar bien de los siervos de Dios conduce al buen estado del corazón, al fortalecimiento de las relaciones de amistad y de amor, a la pureza del corazón y a liberarse de sus defectos. Los asuntos de los hombres no se enderezan sin que exista entre ellos una buena relación.
Es una obligación del musulmán el pensar bien de todo el mundo en general, y de los que están próximos a él en particular. Debe tratar siempre de disculpar a sus hermanos, en la medida de lo posible. Tener una buena opinión del musulmán y equivocarse, es mejor que tener una opinión negativa de él, creyendo que se hace lo correcto.
Mantener una buena opinión entre los esposos es uno de los pilares más importantes sobre los que construir un hogar permanente, estable y pacífico.
Dijo el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz ) mientras daba vueltas en torno a la Ka‘ba: “ ¡Qué buena eres, y qué fragante es tu perfume! ¡Qué inmensa eres, y qué inmensa es tu sacralidad! Juro por Aquél que tiene el alma de Muhammad en Su Mano, que la sacralidad del creyente, de sus propiedades y de su sangre, es más inmensa para Dios que la tuya, y no tenemos de Él más que la mejor opinión”.
Las siguientes palabras son de al-Jalîl ibn Ahmad: “El hombre sincero debe aplicar con su amigo cuatro cualidades: perdonar antes de que le pida perdón, pensar bien antes de acusarle, darle antes de que le pida, disculparle antes de reprocharle”.
Siervos de Dios: Pensar mal de Dios, Exaltado Sea, es de las peores características que tienen lugar como expresión del asociarle algo a Dios, y conduce al castigo del fuego infernal. Sólo los hipócritas y los que asocian algo a Dios tienen una mala opinión de Dios. Dice Dios, Exaltado Sea: “Él castiga a los hipócritas y a las hipócritas, a los que asocian algo a Dios y a las que asocian algo a Dios, los que piensan mal de Dios”.
Quien piense que esta religión se destruirá o desaparecerá, quien piense que no prevalecerá, quien piense que todo lo que sucede no es el Decreto de Dios y la expresión de ese Decreto, quien piense que todo lo que sucede no contiene la sabiduría de Dios, no está pensando de Él conforme a la verdad, y tiene una mala opinión de su Creador. Con ello, está exponiendo a su alma a la destrucción.
Pensar mal de los siervos de Dios siembra la discordia entre ellos, rompe los lazos de amistad, desgarra las uniones del amor, y siembra la enemistad, el odio y el rencor, conduciendo a la separación, y a la desaparición de la confianza entre los hombres.
La falta de confianza acaba con la cooperación para el bien. Dice Dios, Exaltado Sea: “¡Vosotros los que creéis! Evitad mucho el emitir opiniones, pues algunas opiniones son un pecado”. Y dice el Enviado de Dios (sobre Él la Bendición y la Paz): “Tened cuidado con vuestras opiniones, pues la opinión es la más mentirosa de las palabras”.
Las obras del hombre son el fruto de sus buenas o sus malas opiniones. Dijo al-Hasan al-Basrî: “Los actos del hombre son en la medida de su opinión sobre su Señor. El creyente siempre piensa bien de Dios, y por tanto obra bien. El incrédulo y el hipócrita tienen una mala opinión de su Señor, y por tanto obran mal.