De entre las gracias por las que el musulmán encuentra la dulzura de la vida en este mundo, está la paz del corazón, una de las mayores cualidades de la fe, y el camino hacia la recompensa del Paraíso «el Día en que no beneficien en nada ni las riquezas ni los hijos, sino aquel que llegue hasta Dios con un corazón sano». (Azora Los Poetas, 88).
El corazón sano es el que desea para los demás hombres lo que desea para sí mismo, y no engaña, ni envidia, ni es injusto con el resto de la gente.
Transmite Anas (que Dios esté satisfecho de él): «Un día estábamos sentados con el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz), y nos dijo: “Viene hacia vosotros desde este lado uno de los hombres del Paraíso”. Y apareció un hombre de los Ansar. Su barba goteaba agua de las abluciones, y en la mano izquierda llevaba sus sandalias. Nos saludó. Al día siguiente, el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz) dijo exactamente lo mismo, y volvió a aparecer el hombre, igual que el día anterior, y con el mismo aspecto. Al tercer día, el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz) volvió a decir lo mismo, y se repitió la misma escena, idéntica a la de los días anteriores. Cuando el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz) se levantó, ‘Abd Allah ibn ‘Amr ibn al-‘As se fue tras el hombre, y le dijo: “Me he peleado con mi padre, y le he jurado que no volvería a casa en tres días. ¿Podrías acogerme en tu casa estos tres días?” El hombre dijo que sí. ‘Abd Allah contó que estuvo con el hombre tres noches, y no vio que se levantara por las noches [para realizar actos de culto], a menos que se revolviera mucho en el lecho. Volvía a su cama, y allí invocaba a Dios, Glorificado y Exaltado Sea, y proclamaba Su Grandeza hasta que se levantaba para la oración del faŷr. Dijo ‘Abd Allah: “Nunca le oía hablar más que el bien. Cuando pasaron las tres noches, y yo ya estaba a punto de menospreciar sus actos de culto, le dije: ‘Siervo de Dios, entre mi padre y yo no ha habido ninguna disputa, ni me he ido de casa, pero escuché al Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz) decir tres veces: ‘Viene hacia vosotros un hombre del Paraíso’, y aparecías tú. Quise alojarme contigo para ver cuáles eran tus obras, y seguir tu ejemplo, pero no veo que hagas demasiadas cosas. ¿Por qué el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz) habla de ti de la forma en que lo hace?”. Él me respondió: “No hay más de lo que ves”. Pero cuando me iba, me llamó, y dijo: “No hay más de lo que ves, excepto que no hay en mí ninguna trampa hacia ningún musulmán, ni envidio a nadie ningún bien que le haya podido dar Dios”. Dijo Abd Allah: “Eso es lo que tú has alcanzado, y que nosotros no podemos”». (Lo recoge Ahmad)
Y entre las súplicas del Profeta (sobre él la Bendición y la Paz) está la siguiente: «Oh Dios, te pido la constancia en la orden, y la firmeza en la rectitud. Te pido el agradecimiento por Tus dones, y la belleza de estar a Tu servicio. Te pido un corazón sano, y una lengua sincera. Te pido lo mejor de lo que Tú conoces, me refugio en Ti del mal que conoces y te pido perdón por lo que Tú conoces».