Jutba 7 de octubre
En verdad, son muchos los dones que Dios le ha concedido al hombre. De entre los más excelsos, después del don del Islam, está el de la salud. Dice nuestro noble Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): «Pedidle a Dios el perdón y la salud. A nadie se le dará, tras la certeza, nada mejor que la salud». Y dijo Wahb ibn Munabbih: «Los principales dones de Dios son tres: el primero es el don del Islam, sin el cual ningún otro don es completo; el segundo es el don de la salud, sin el cual no se aprecia la bondad de la vida; el tercero es el don de la riqueza, sin el cual la vida no es completa».
Dios le ha prometido aumentar Sus dones al siervo agradecido. Ha dicho Dios, Exaltado Sea: «Si sois agradecidos, os aumentaré [mis Dones]».
Pocos son quienes conocen el don de la salud verdaderamente. Y pocos son los que lo agradecen como es necesario hacerlo. La salud, si se convierte en algo permanente, termina por ser olvidada por quien la disfruta, y si se pierde, enseguida se recuerda.
Dijo el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz): «Hay dos dones de Dios que permanecen ignorados por la mayoría de los hombres: la salud y el ocio». Quien desee que Dios le tenga presente ese don, debe tener él presente las órdenes de Dios. Dice el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz): «Ten presente a Dios y Él te tendrá presente. Ten presente a Dios y lo encontrarás frente a ti» .
Siendo el cuerpo físico el recipiente que contiene el intelecto y del espíritu, supone un don y un depósito para el hombre, que este no debe despilfarrar, pues se trata de una de las cosas por las que será interrogado el hombre el Día de la Resurrección. Dice nuestro noble Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): «No se moverá el pie del siervo el Día de la Resurrección hasta que se le pregunte en qué gastó su vida, acerca de las obras que realizó, cómo adquirió sus bienes y en qué los gastó, y en qué usó su cuerpo».
Por esa razón el Enviado de Dios (sobre él la Bendición y la Paz) ordenó al musulmán que disfrutara de este don antes de que se agotara su tiempo, y que lo usara en aquello que pudiera beneficiar a su religión y a su vida material, cuando dijo: «Aprovecha cinco cosas antes de que ocurran otras cinco: aprovecha tu juventud antes de que llegue tu decrepitud, aprovecha tu salud antes de que llegue la enfermedad, aprovecha tu riqueza antes de que llegue a ti la pobreza, aprovecha tu ocio antes de que te llegue las ocupaciones y aprovecha tu vida antes de que te llegue la muerte».
¡Siervos de Dios!
El hombre, conforme va pasando su vida, tiene que darse cuenta de que después de la fuerza viene la debilidad, y que después de la juventud llega la vejez, y que después de la salud llega la enfermedad, y que tras la vida está la muerte. Esta es la ley de Dios para sus criaturas, de la que no se libra ningún ser humano, ni siquiera los Profetas. El cuerpo se debilita y desaparece, pero ese no es el final del trayecto. El hombre deberá comparecer ante su Señor, quien le preguntará: «¿En qué empleaste tu cuerpo? ¿En las obras de este mundo y en las del Otro, o solamente en las de este mundo?»
Dice Dios, Exaltado Sea: «Se les preguntará por él al oído, la vista y el corazón». Quien haya empleado su cuerpo en la obediencia a Dios, será afortunado, envidiado por todos, y ascenderá al encuentro con su Señor. Pero quien haya empleado su cuerpo en la desobediencia a Dios, habrá sido engañado. Se arrepentirá y esperará poder regresar, pero eso ya no le será posible. «Cuando llegue su plazo, no se les adelantará ni se les atrasará ni una hora», dice Dios, Exaltado Sea.
Una de las súplicas del Profeta (sobre él la Bendición y la Paz) era: «Oh Dios, me refugio en Ti frente a la desaparición de tus Dones, frente a que retires de mí la salud, frente a que Tu Castigo aparezca por sorpresa y frente a Tu Cólera en todas sus manifestaciones».