Jutba 5: el bien y el mal

Dice Dios, Exaltado Sea, en Su Libro Glorioso: “ Y os probamos tentándoos con el mal y con el bien. Y a Nosotros retornaréis”.

Siervos de Dios: La Sabiduría de Dios ha dispuesto que este mundo sea la morada de la prueba y del trabajo, y que el Otro sea la morada de la rendición de cuentas y de la recompensa. En este mundo, el hombre oscila entre la comodidad y la dureza, entre la salud y la enfermedad, entre la riqueza y la pobreza, entre la felicidad y la tristeza, entre la unión y la separación, entre lo permitido y lo prohibido, entre la obediencia y la desobediencia, entre la guía y el extravío.

La tribulación es para el creyente como la medicina que purifica su cuerpo de la enfermedad. Tomarla es mejor que no hacerlo. Aunque en ocasiones su sabor sea amargo, su utilidad hace que nos olvidemos de su sabor amargo.

Dijo el Profeta (sobre él la Bendición y la Paz): “Qué extraordinario es el caso del creyente. Su caso es todo él bueno. Eso no le sucede más que al creyente. Si le sobreviene el bien, da gracias, y eso es un bien para él. Si le sobreviene un mal, tiene paciencia, y eso es un bien para él”.

La prueba requiere paciencia, y requiere también agradecimiento. Mantener los derechos de la paciencia es más sencillo que mantener los derechos del agradecimiento. La prueba del bien es más dura que la prueba del mal. Por eso dijo Abd al-Rahman ibn Awf: “Se nos probó con el mal y fuimos pacientes, y se nos probó con el bien y no fuimos pacientes”. Se conoce bien a la prueba con el mal, porque forma parte de sus sabidurías el descubrir el alcance de la paciencia de quien es probado con el mal, y el alcance de su confianza en su Señor, y de su esperanza en Su Misericordia.

Pero la prueba con el bien es más dura, aunque haya gente que piense que es más fácil. Muchas personas son pacientes, y superan la prueba cuando, por ejemplo, se ven expuestos a enfermedades, a la pobreza y a la debilidad. Pero pocos son los agradecidos cuando son probados con la comodidad, como la salud, la riqueza y la autoridad.

El despertar para el alma en la prueba del bien es superior a su despertar en la prueba del mal, a pesar de lo que piense la gente. El siervo no deja de combatir nunca entre las resistencias del bien y del mal en sí mismo, hasta que muere. Quien se ocupe de limpiar su alma, y de observarla con atención, conocerá los lugares donde se ocultan el bien y el mal en él, ascendiendo en su corrección y su purificación, aumentando su bien y reduciendo su mal. Ha dicho Dios, Exaltado Sea: “Tuvo éxito quien la purificó y perdió quien la corrompió”. Y también: “Quien haga un átomo de bien, lo verá, y quien haga un átomo de mal, lo verá”.

Siervos de Dios: La prueba con el bien y con el mal es una ley universal de la que nadie se puede escapar, pero el creyente se relaciona con ella de un modo que obtiene un beneficio en todos los estados. Esto es así porque el creyente tiene ámbitos determinados, que son objeto de su meditación, campo para su trabajo, en los que confía tener éxito, y no le perjudica lo que pasó después de eso.

El primero son las delicias paradisíacas, y el camino que lleva hasta ellas. Los castigos del fuego infernal, y las vías que llevan a alejarse de ellos. Las necesidades de este mundo, y el modo de solucionarlas y de extraer beneficio de ellas. Las ocasiones de corrupción que ofrece este mundo, y cómo evitar caer en sus ocasiones de peligro. Todo lo que salga de esta clasificación, o bien es perjudicial para quien lo lleva a cabo, o bien no hay en ello beneficio alguno.

¡Oh Dios, perfecciona nuestra religión, que es una protección para nuestro asunto, perfecciona nuestro mundo, en el que está nuestro medio de vida, y perfecciona nuestra Vida venidera , que es nuestro lugar de regreso! ¡Haz de la vida algo que aumente nuestro bien, y haz de la muerte nuestro descanso de todo mal!